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martes, 10 de marzo de 2015

Crónicas de la Tríada Oscura: Descenso (I)

Ruskin Vasilev


Ruskin miró el reloj de su oficina. Tic. Tac. Tic. Tac. El tiempo pasaba mucho más despacio de lo que él quisiera, apenas quedaban 5 minutos para el fin de su jornada, pero parecía una eternidad. Era el único que trabajaba hoy. La verdad es que en su oficina no solía haber mucha gente, de hecho nadie entendía por qué había un centro de la Agencia de Seguridad Nacional en una ciudad tan apartada como Rise. Parecía más bien que habían conseguido un edificio y decidieron rellenarlo por justificar gastos. Eso sí, Ruskin trataba de hacer su trabajo lo mejor que podía, ya había perdido la cuenta de la cantidad de claves de encriptación que había conseguido romper para capturar al ocasional Capo de la droga, ayudar a descifrar las comunicaciones del enemigo en la Guerra de Irak, e incluso una vez pillaron a un espía gracias a él.

Tic. Tac. Tic. Tac. El reloj ya marcaba tan sólo un minuto para las cuatro de la tarde. Ruskin recogió su mesa, se acercó al panel de control situado al lado de la puerta, colocó su pulgar para que el sistema fichase su salida, y partió para casa. Hoy no había traído el coche, por la mañana el tiempo parecía agradable y prefirió dar un paseo. Miró al cielo, donde ahora las grises nubes se arremolinaban, parecía que se jactasen de él mientras liberaban su esencia en forma de una lluvia torrencial.

- Bueno... Toca mojarse un poco - Pensó Ruskin resignandose, y comenzó a caminar chapoteando entre los charcos en dirección a su casa. Meditaba sobre el código que le habían encargado desencriptar esa mañana. Aún no había conseguido encontrar la clave, pero lo haría. Siempre lo hacía... Mientras se concentraba en intentar encajar las piezas, el formato binario que componía el código, lo interrumpió el estridente chirrido de unos neumáticos patinando sobre el mojado asfalto. Levantó la vista, justo a tiempo de ver a dos encapuchados que se bajaban rápidamente para sujetarle antes de que pudiese reaccionar. Pronto, un tercero le colocó un trapo en la cara. - Reconozco este olor, esto es clorofor.... - Fue su último pensamiento antes de sumirse en la negrura.

Howart Philip Axel


Howart observó por la ventana como rebotaban las gotas de lluvia contra el desvencijado letrero de neon que anunciaba el emplazamiento de su lugar de trabajo. La palabra "Enigmas" brillaba en rojo, para en un momento dado apagarse entre un chasquido electrico, y volverse a encender pasados unos segundos, como una cruda metáfora de la realidad del lugar. - El único enigma que hay aquí es por qué ese cartel no se prende fuego de una vez y arrasa el edificio entero - Pensó Howart, mientras alejaba la vista de la ventana. 

Un escritorio que había pasado por días mejores, un antiguo flexo de cristal verde, un desvencijado estante con varios numeros de la revista tirados descuidadamente sobre las baldas y un viejo portatil, que parecía imposible que aún funcionase, eran sus compañeros de oficina. 

Salió a la balconada que dominaba el piso de abajo, donde varios redactores se afanaban en realizar artículos para la revista, o eso intentaban que pareciese. Uno consultaba una agencia de viajes, otro veía unos dibujos animados en los que la presencia de tentáculos era sorprendentemente sospechosa, mientras que otro mordía el lapiz ensimismado mientras miraba al techo. - No hay mucho que hacer hoy, para variar... Iré a dar una vuelta, a ver si encuentro alguno de esos estafadores que aseguran que pueden oler tu futuro en una gota de sangre, al menos mientras desenmascaro su funcionamiento estaré entretenido - Pensó Howart, mientras cogía su gabardina y su paraguas, y se dirigía a la calle.

Mientras caminaba bajo la lluvia, intentó dilucidar cuál sería el siguiente Gran Misterio que encontraría, y cual sería el truco esta vez. ¿Un ilusionista con una sospechosa cantidad de espejos? ¿Otro oráculo que habla del futuro y el pasado mientras las marcas en sus brazos indican que la heroína no le permitiría distinguir el Tiempo aunque bailase en su cara? ¿Quizá un pálido muchacho con ropas de gitano que con técnicas de ventriloquia le haría mirar para otro lado mientras le robaba la cartera?

Todo este hilo de pensamientos se interrumpió cuando una furgoneta negra se paró a su lado, varios hombres se bajaron y le metieron a la fuerza. - Cojonudo, como si no tuviese yo nada mejor que hacer ahora que ser secuestrado por un par de niñatos... - Fue su último pensamiento antes de que el cloroformo hiciese efecto.

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