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jueves, 12 de marzo de 2015

Crónicas de la Tríada Oscura: Descenso (II)


Lion Connor


Lion volvía a tener 16 años. Como cada noche. Estaba en los muelles de la ciudad de Dawn, esperando a sus padres en el coche, observando como la niebla iba ascendiendo desde las calmadas aguas, ocultando cada vez más la oscura noche e inundando todo del ligero fulgor naranja que las farolas dispersaban por todo el lugar. 

Apenas se distinguía ya el contenedor situado a unos pocos metros del vehículo, que era el motivo de que estuviesen ahí. El cargamento había llegado esa misma tarde, y sus padres estaban tan impacientes que convencieron a los guardias del puerto para poder echarle un vistazo, a pesar de lo inadecuado de la hora. - Qué aburrimiento, estaría mucho mejor en casa jugando con la Sega - Pensó. 

Cuando la niebla ya le impedía ver por completo el exterior del coche, decidió salir. - Echaré un vistazo al cargamento yo también, será más interesante que quedarme mirando los controles del aire climatizado. - Se dijo, mientras salía del coche.

Justo al cerrar la puerta, empezó a oír un grave zumbido, un sonido que no conseguía relacionar con nada que hubiese escuchado antes. A continuación, un destello de intensa luz azul se abrió paso entre la niebla, a la vez que los gritos de terror de sus padres le taladraron los oídos por un segundo. Y después, el silencio.

Aterrado, corrió la distancia que le separaba del contenedor, mientras la niebla se abría a su paso como un expectante telón macabro. Entró al contenedor, llamando a sus padres, pero nadie contestó. Grandes arcones de madera estaban repartidos por el contenedor, abiertos. En su interior, varias piezas de escultura, orfebrería y ornamentaciones de origen egipcio reposaban sobre la paja que se había utilizado de relleno para protegerlas.

En uno de los arcones, un suave brillo azul atrajo su mirada, y se acercó a investigar. Una esfera de obsidiana, que no parecía corresponder con el resto de mercancías de su alrededor, refulgía en un hermoso tono azulado. La luz surgía de una extraña niebla que se veía en su interior, que bailaba y se arremolinaba como el humo de una hoguera caprichosa, perdiendo poco a poco su brillo, mientras una voz lejana parecía gritar su nombre.

Lion despertó sobresaltado. La luz de los rayos se colaba entre las rendijas de la persiana, proyectándose sobre los innumerables libros, documentos y libretas con notas y jeroglíficos de todo tipo que se esparcían por la habitación, mientras las gotas de lluvia repiqueteaban en la ventana. No había ni un cuadro, ni una foto, nada que diese una sensación hogareña al cuarto. Tan solo libros y papeles por el escritorio, el suelo e incluso a los pies de la cama.

Se levantó y se dirigió a enjuagarse la cara. Se miró al espejo, donde sus ojos de 30 años le devolvieron la mirada. Las ojeras ya formaban parte de sí mismo. El mismo sueño cada noche durante 14 años no le permitía descansar en condiciones. Su mirada se perdió en su reflejo mientras su mente seguía en el puerto de Dawn. - Un momento... - Pensó, rememorando el sueño. - Esta noche había algo diferente. ¿Qué era? - Se dijo, intentando recuperar de su inconsciente la imagen onírica. Se concentró en el recuerdo, y entonces lo visualizó con claridad. Había un extraño símbolo en el interior del orbe, casi camuflado entre el fluir de la sustancia brillante de su interior, muy sutil, apenas visible, pero ahí estaba.

Lion cogió el primer trozo de papel que encontró, arrancándolo con urgencia de una de sus libretas, y dibujó el símbolo antes de que su memoria fallase. A toda prisa, se volvió a enjuagar la cara, se puso una camisa limpia y salió corriendo hacia la biblioteca, ignorando la tormenta. Sólo tenía un objetivo en mente, analizar la nueva pista que se le había presentado, encontrar de dónde venía ese símbolo y su significado.

Cuando estaba llegando, el chasquido de un trueno especialmente fuerte le hizo levantar la mirada, justo cuando una furgoneta negra se paraba ante él...

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